Colombia formalizó su ingreso al Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) de los BRICS, una decisión que marca un giro estratégico en su política exterior y económica, pero que podría costarle caro en términos de estabilidad macroeconómica.
Un claro ejemplo de ello es que el país se arriesga a perder el acceso a una de sus herramientas más valiosas de respaldo financiero internacional: la Línea de Crédito Flexible (LCF) del Fondo Monetario Internacional (FMI), una facilidad conocida por los economistas como una especie de “tarjeta de crédito de emergencia”.
Esta línea, vigente para Colombia desde 2009, ha funcionado como un seguro financiero en momentos de incertidumbre global, crisis sanitarias o choques externos.
Es muy importante destacar que aunque nunca se ha utilizado de forma permanente, su sola existencia envía al mercado una señal clara de confianza en el manejo macroeconómico del país. Esa confianza se traduce en menores costos de financiamiento, mejor calificación crediticia y estabilidad cambiaria.
Una opción que se encuentra en gran riesgo

Desde el 26 de abril de 2025, el FMI suspendió temporalmente la disponibilidad de la LCF para Colombia.
Y aunque esta suspensión no implica que el país haya perdido completamente el acceso, pero si deja su continuidad sujeta a la finalización de dos procesos críticos: una revisión completa del estado de su economía (la conocida Consulta del Artículo IV) y una evaluación de mitad de período sobre el cumplimiento de los requisitos que hacen elegible al país para acceder a esta línea.
El problema no es menor. La LCF no está diseñada para todos los países, sino exclusivamente para aquellos que demuestran tener políticas económicas sólidas, una posición externa sostenible, bajos niveles de inflación, reservas internacionales estables, finanzas públicas en orden y un sistema financiero saludable.
Colombia ha logrado cumplir con estos requisitos durante más de una década, pero el FMI ha expresado recientemente dudas sobre el rumbo fiscal del país, particularmente tras el deterioro de sus cuentas en 2024 y la ausencia, hasta ahora, de un plan fiscal creíble por parte del Gobierno. Y el ingreso al Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS podría complicar aún más la situación.
El riesgo: enviar una señal de distanciamiento

El contexto internacional también influye. Colombia ha optado por profundizar su relación con China y otros países del Sur Global al incorporarse al NDB de los BRICS, una institución que busca ofrecer una alternativa a los mecanismos tradicionales de financiamiento occidental como el FMI o el Banco Mundial.
Según sus promotores, permite acceder a créditos para infraestructura, salud y energías limpias sin las condiciones macroeconómicas estrictas que suelen exigir otras instituciones.
Este viraje geopolítico ocurre justo en medio de un enfriamiento en las relaciones con Estados Unidos, que ha incluido amenazas arancelarias y objeciones explícitas a proyectos en Colombia que cuenten con financiamiento chino.
El riesgo es que ese giro estratégico sea interpretado por Washington y los organismos multilaterales como una señal de distanciamiento que implique menos confianza, así como un menor respaldo para acceder a prestamos.
Y aunque el NDB podría otorgar créditos para ciertos proyectos, no tiene la capacidad, ni la trayectoria, para ofrecer un respaldo financiero preventivo del tamaño y la flexibilidad de la LCF del FMI.
Beneficios de esta “tarjeta de crédito de emergencia”

El acceso a la LCF equivale hoy a unos 8.100 millones de dólares, disponibles de forma inmediata en caso de una emergencia, sin condiciones políticas ni exigencias posteriores, precisamente porque el país ya ha demostrado responsabilidad fiscal previa.
Esa es la razón por la cual economistas, empresarios y exministros han levantado la voz. La LCF representa una garantía para los mercados internacionales de que Colombia puede reaccionar con rapidez y solvencia ante un shock externo.
Perder esa línea no solo encarecería el endeudamiento externo, sino que aumentaría la vulnerabilidad del país ante presiones especulativas y deterioraría la confianza inversionista. En palabras del exministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, sería como quedarse “sin llanta de repuesto” en medio de una tormenta económica global.
No obstante, el Gobierno colombiano sostiene que la decisión de ingresar al NDB responde a una política de largo plazo de diversificación económica iniciada incluso antes del mandato de Gustavo Petro.
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